Hipocondriacos emocionales
Todos llevamos mucho tiempo leyendo y oyendo por todas partes que la felicidad es algo que cada uno somos capaces de construir, debe ser el fin máximo del ser humano y que está en nuestra mano conseguirla. ¡Como si la felicidad pudiera constituirse en un continuo!
¿Qué pasaría si cumpliéramos todas las reglas de los libros de autoayuda?, claramente que seríamos felices la mayor parte del tiempo pero la realidad impone que esto no es así de simple.
Estamos rodeados de hipocondriacos emocionales que buscan constantemente la felicidad como una obsesión. Existen aplicaciones para mejorar la salud mental y el bienestar emocional, te facilitan un pequeño cuestionario que una vez lo cumplimentas te arroja un “índice de tu felicidad” y a partir de ahí te proponen una serie de ejercicios que te ayudarán a alcanzar el bienestar. Fácil y rápido, pero también demasiado simple.
Esta corriente de la felicidad está basada en la Psicología Positiva, disciplina que nació en los años 90 de la mano del psicólogo norteamericano Martin Seligman. Hace 20 años que la psicología positiva prometió ofrecer las claves de la felicidad y no debe ser tan sencillo porque después de más de 6.000 estudios, los resultados son ambiguos y contradictorios.
Hace poco leí el libro la Happycracia, un ensayo escrito por Edgar Cabanas y Eva Illouz desarrollado sobre “cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas”. Parece que nuestro estado emocional se ha convertido en una mercancía más que se puede vender por distintos medios, desde aplicaciones basadas en complicados algoritmos, literatura de autoayuda, que en muchos casos no tienen fundamentos científicos sino más bien basadas en herramientas, y también Coaches de desarrollo personal y Mindfulness, como los oradores motivacionales. Quizá esta música suena bien y sobre todo es muy pegadiza pero la letra suele ser bastante hueca y vacía.
Apoyo la psicología positiva en su base científica y no desestimo la buena función y finalidad de los Coaches profesionales y los libros de autoayuda pero sólo con este envoltorio nos quedamos con la espuma del champán: Burbujeante y alegre pero debemos conocer y profundizar más en la “composición de este líquido”, en nuestra mente, nuestra estructura emocional, sus conexiones y el entorno social.
Parece que la felicidad ha llegado a convertirse en una especie de religión, donde el objetivo es la autorrealización personal sin pasar previamente por otras etapas evolutivas. Esto puede hacer que fabriquemos hipocondriacos emocionales, constantemente revisando si somos felices, cuál es nuestro grado de consecución y cuánto nos falta.
Esta base de creencia defiende que la felicidad se aprende y que es algo individual y que poco tiene que ver con el exterior. Reduce al ser humano a individualista que depende exclusivamente de sí mismo y olvida que las causas de los problemas o de cómo los afrontamos no es sólo personal sino también, social y estructural.
El ser humano es responsable de su desarrollo y de su elección de cómo afrontar una situación crítica pero en la base de su elección está lo aprendido durante su vida, el contexto social y familiar donde se haya desarrollado y donde esté ahora, de sus anclajes y miedos y de la solidez de sus recursos internos. Esto no es una cuestión de ratios, ejercicios mentales y de fe.
Te animo a que tu apuesta se dirija hacia tu equilibrio mental y emocional, a ser capaz de afrontar y manejar lo bueno y no tan bueno que la vida nos trae y que tu seas el que manejes el timón de tu vida. Tanto la felicidad como la tristeza forman parte de la vida invariablemente.