Mindfulness y algo más
Mindfulness es un método, nacido hace muchísimo tiempo en la cultura oriental basado en dirigir la percepción y la atención hacia el interior de uno mismo para darnos cuenta y ser conscientes de nuestros pensamientos, acciones y sentimientos sin interpretarlos, ni juzgarlos.
Ahora todo el mundo habla de “mindfulness”, de la meditación, de cómo gracias a practicarlo se sienten mucho mejor, y que desde la “atención plena” se encuentran mucho más tranquilos. Hasta en los quioscos se venden cuardenillos con dibujos para colorear que llevan el título de “mindfulness” donde aseguran que si dedicas un rato a estar rellenando de color estos dibujos eliminarás tensiones y te sentirás más relajado. Bueno, y no sólo cuadernillos para colorear, también existen app que puedes descargar y también rellenar de color!
Es evidente que cualquier actividad que nos ayude a parar el torrente de pensamientos que a veces nos inundan, a tener la cabeza distraída y poder parar esos pensamientos que no nos ayudan es muy positivo, pero considerar que el Mindfulness es la solución de nuestra vida estresante es alejarse completamente del sentido y filosofía por la que fue creándose este método especialmente destinado a facilitar la meditación y como camino hacia el interior.
En mi consulta tengo algunos pacientes que han “aprendido” y descubierto el Mindfulness, han hecho cursos en sus empresas o han ido de forma particular un fin de semana intensivo a prender Mindfulness, hoy en día parece que quien no conoce o no lo practica está fuera de la “actualidad emocional”. Apoyo esta herramienta de conexión con uno mismo y más desde mi enfoque clínico humanista pero el Mindfulness sin más, no nos facilita cambios profundos para aceptar nuestro sentir, en aceptarnos tal como somos, ni nos ayuda en nuestras relaciones personales sino le ponemos algún añadido.
Realmente lo que nos ayuda a darnos cuenta de si somos muy exigentes con los demás, de si no sabemos sobrellevar un mal día, de si nos cuesta mucho controlar nuestros impulsos o enfados, de si no sabemos qué hacer con nuestra vida, no es sólo la conexión con nuestro interior, sino darnos cuenta de qué es lo que nos pasa, nos agobia, nos desborda y a partir de ahí entrenar nuestros recursos internos para afrontar de manera completa las dificultades que en algunos, o en muchos, momentos nos trae la vida.
Parte de este trabajo de entrenamiento puede implicar la atención plena hacia el interior de uno mismo pero es necesario compartirlo y contrastarlo hacia el exterior. El equilibrio interior se crea cuando existe una clara congruencia entre lo que pensamos, sentimos y en nuestra forma de actuar.